El colapso en el comercio internacional
La crisis desatada por el COVID-19 ha evidenciado que el buen funcionamiento de las cadenas globales de valor depende del delicado equilibrio de las cadenas de distribución; que su desajuste puede llevar al colapso del comercio internacional y, como consecuencia, paralizar procesos de producción dependientes de importaciones intermedias; que la globalización también entraña riesgos de desabastecimiento.
Efectivamente, la recuperación económica se ha visto obstaculizada por los cuellos de botella de la cadena de suministro. El repunte del comercio en un contexto de pandemia, con restricciones cambiantes a la movilidad, ha derivado en escasez de contenedores, merma de la fiabilidad en las entregas, congestión de algunos de los principales puertos mundiales y, en definitiva, el caos logístico.
Actualmente, más de cuatro quintas partes de los flujos internacionales de mercancías se canalizan por mar, lo que convierte al transporte marítimo en el eje sobre el que descansa el comercio mundial y, por tanto, la cadena global de suministros. En el caso concreto de la mercancía intercambiada en contenedor (el 60% de los bienes comercializados internacionalmente), el transporte se lleva a cabo mayoritariamente a través de una red de servicios de líneas regulares prestados por las principales navieras.